viernes, 4 de septiembre de 2020

Tema 8

Tema 8. EL BARROCO ( I) . Poesía y Prosa



Esquema

1. EL SIGLO XVII
               1.1. La sociedad del siglo XVII
               1.2. La España del siglo XVII

2. EL BARROCO
               2.1. Características del Barroco

3. EL CONCEPTISMO Y EL CULTERANISMO
               3.1. Conceptismo
               3.2. Culteranismo

4. LA POESÍA BARROCA
               4.1. LUIS DE GÓNGORA
               4.2. LOPE DE VEGA
               4.3. FRANCISCO DE QUEVEDO
                             
5. LA PROSA EN EL SIGLO XVII 
               5.1. LA NOVELA PICARESCA
               5.2. LA PROSA DE LOPE DE VEGA, QUEVEDO Y GRACIÁN

                             

1. EL SIGLO XVII

El siglo XVII es un momento de grave crisis que va desmoronando el poderío político y la solidez ideológica de la cultura renacentista. Las guerras, las enfermedades, el clima adverso, las malas cosechas, el hambre y las más diversas calamidades azotan Europa, por lo que se ha llamado a este siglo centuria de la crisis o siglo de hierro.

1.1. La sociedad del siglo XVII

En Francia o en España se consolida la forma de estado denominado monarquía absoluta, con la concentración del poder en manos del rey y sus cortesanos próximos. En otros países, como Holanda o Inglaterra, la burguesía crece en importancia y los parlamentos empiezan a controlar el poder real. Todo ello se produce entre graves conflictos: revueltas campesinas, guerras religiosas, etc.

1.2. La España del siglo XVII

Históricamente, España entra en un proceso de irreversible decadencia política, económica y social. La debilidad de los monarcas, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, deja el poder en manos de los validos, personas de su confianza que muchas veces gobernaron como monarcas absolutos. El duque de Lerma y el conde-duque de Olivares, los dos validos más importantes, buscaban más su beneficio particular que el del Estado. España pierde su hegemonía en Europa (el Rosellón, la Cerdaña, etc.) y se independiza Portugal.

Mientras, en plena bancarrota económica, hay miseria y despoblación causada por pestes, guerras y malas cosechas; pero los gobernantes gastan en fiestas los crecientes impuestos, que originan revueltas y descontento social.

La expulsión de los judíos y los moriscos (casi trescientos mil entre 1600 y 1610) y la emigración a América intensifican la caída demográfica, perdiéndose mano de obra y, por tanto, capital. El abandono del campo provoca la emigración a la ciudad, creando una legión de parados, vagabundos y mendigos (que ya el Lazarillo había reflejado).

En ideas religiosas, España, aislada del exterior, bajo el peso de la Contrarreforma pero sin renunciar a la herencia renacentista, vuelve los ojos a la tradición cristiano-medieval y los viejos principios teocéntricos. El mundo vuelve a verse como un lugar de aflicciones y miserias donde el ser humano expía su pecado original; los bienes terrenales son falsos y los placeres se transforman en dolor.

La conciencia de la aguda crisis se extiende entre los escritores, lo que motiva el pesimismo y el desengaño típicos del Barroco.


2. EL BARROCO

Se denomina Barroco al período que sigue al Renacimiento. El término, que se aplicó primero a las artes plásticas, designa comúnmente la época que abarca desde finales del siglo XVI hasta la primera década del XVIII, en que comienza el Neoclasicismo.

El Barroco es una etapa artística enteramente distinta del Renacimiento. Afecta a toda creación, tanto intelectual como artística, y se inicia cuando los dos rasgos esenciales del Renacimiento (exaltación del mundo y del hombre y equilibro humanista procedente de la admiración por la antigüedad clásica) son sustituidos por dos características típicamente barrocas: profunda desvalorización de la vida y la naturaleza humana y tendencia a la exageración en el arte.

Entre Renacimiento y Barroco no existe ruptura sino evolución: los temas y recursos formales que el escritor emplea son los mismos que había manejado en el Renacimiento. El autor barroco debe esforzarse para crear nuevas formas con los mismos materiales que había utilizado el renacentista.

2.1. Características del Barroco

Concepción negativa del mundo

El mundo es percibido como caos, desorden y confusión. A los ideales renacentistas les han seguido la frustración y el desencanto. La vida está ahora regida por la idea de la muerte: vivir es sólo un breve tránsito entre la cuna y la sepultura. El tiempo lo destruye todo y la realidad es ilusión y apariencia: la vida es sueño y el mundo es un gran teatro. La brevedad de la vida, la caducidad de las cosas y la fugacidad de lo terreno explican la idea barroca por excelencia: la del desengaño.

El pesimismo barroco

El pesimismo barroco presenta muy diversas formas: la angustia existencial, la sátira, la evasión, la diversión… La literatura española proporciona ejemplos de estas variadas actitudes barrocas: Quevedo, la novela picaresca, Góngora, el teatro, etc.

La estética barroca

Literariamente, el Barroco es, en muchos aspectos, la continuación de temas y formas renacentistas. El escritor conserva los hallazgos del Renacimiento, pero, sin despreciar a los autores clásicos, se distancia de ellos, siguiendo su apreciación personal. Así surge un espíritu creador que presenta caracteres propios y definidos:

- Busca lo nuevo, lo original, lo sorprendente para excitar la sensibilidad y la inteligencia del lector. Utiliza, para ello, brillantes imágenes, novedades estilísticas, ideas ingeniosas, o se sirve de lo pintoresco, lo grotesco y lo hiperbólico.

- Sustituye las normas clásicas por su actitud individualista y capricho personal, tendiendo hacia la exageración de la realidad literaria.

- Esta búsqueda de lo original provoca una tendencia a la artificiosidad y la complicación. Como resultado, el mensaje se percibe entre exquisitas excelencias formales, creando un arte para minorías. El escritor considera que el goce estético y el esfuerzo personal del lector-receptor están en relación de proporción directa, es decir, el lector disfruta más de una obra cuanto más esfuerzo intelectual le exige su comprensión.

- La ausencia de normas genera una visión unilateral de la realidad, que es idealizada hasta la belleza absoluta o deformada hasta el envilecimiento degradante.

- Es primordial el cultivo del contraste, fruto del desengaño y la incertidumbre vitales. Se manifiesta en la violenta oposición de elementos extremos, el placer de la antítesis o el enfrentamiento de feo/ hermoso; refinado/vulgar; serio/cómico…

- La concepción del mundo como mudanza e incesante cambio produce en el arte literario dinamismo y movilidad. Su realización formal se aprecia, esencialmente, en abundante subordinación, hipérbaton, elipsis o violentos encabalgamientos métricos.

En resumen, el  concepto de imitación renacentista ha dejado paso al “crear al modo de la naturaleza” o, como decía Baltasar Gracián “buscando buen arte contra la imperfecta naturaleza”.


3. EL CONCEPTISMO Y EL CULTERANISMO. Tendencias poéticas

El culteranismo y el conceptismo son las dos tendencias estilísticas dominantes en la literatura barroca española. No se trata de movimientos opuestos, pese a los duros enfrentamientos personales de sus defensores, sino que forman parte de una sensibilidad estética general que persigue la originalidad y pretende admirar al lector. En ambas tendencias se rompe el equilibrio entre forma y contenido (cómo se dice y qué se dice) defendido por la estética renacentista.

3.1. El conceptismo

Se basa en asociaciones ingeniosas de palabras o ideas. Se tiende a un lenguaje conciso, lleno de contenido. Para ello se juega con los significados de las palabras (los conceptos) y con sus relaciones más insospechadas. Los recursos más utilizados son la antítesis, la paradoja, la condensación conceptual, las hipérboles, los equívocos y disemias[1], la combinación de diversas acepciones de un mismo vocablo, etc. Los escritores conceptistas más notables son Francisco de Quevedo y Baltasar Gracián.

3.2. El culteranismo

Si los escritores conceptistas exprimen las posibilidades de la lengua partiendo de los significados de las palabras, el culteranismo considera, ante todo, la belleza formal. Frente a la concentración conceptista, sobresale en los culteranos la ornamentación exuberante. Aunque los temas puedan ser triviales, se utiliza un estilo esplendoroso que desea llamar la atención sobre el lenguaje mismo. Para ello se emplean numerosos recursos: metáforas audaces (así, el pájaro será “flor de pluma” o “ramillete con alas” y el arroyo “culebra que entre flores se desata”), sinécdoques y metonimias, perífrasis, hipérboles, imágenes brillantes, voces sonoras, procedimientos que buscan la musicalidad del verso (aliteraciones, paronomasias, palabras esdrújulas…)[2]. La sintaxis se complica con giros procedentes del latín, con violentos hipérbatos, con exagerados encabalgamientos. El vocabulario es original: incorpora numerosos cultismos léxicos de procedencia latina (“émulo, náutico, cándido, cerúleo…”)  y selecciona los términos por su colorido y suntuosidad (oro, rubíes, perlas…) Se crea, así, una peculiar lengua poética, característica de Luis de Góngora y sus continuadores.


4. LA POESÍA BARROCA

La poesía tiene en el siglo XVII un enorme desarrollo. No sólo se cultiva poesía lírica y épica, sino que la poesía dramática ¾los dramaturgos eran llamados poetas¾ tiene ahora excepcional importancia. De hecho, las obras teatrales, escritas en verso, sirvieron para la popularización de la poesía, que también se difundió oralmente en universidades, academias, justas y certámenes poéticos, lecturas públicas en casa de los mismos poetas, recitados de poesía popular en la calle, etc. Lógicamente, el desarrollo de la imprenta contribuyó a la divulgación de los textos poéticos, muchas veces acompañados de grabados o ilustraciones.

Las últimas décadas del siglo son de claro decaimiento y no hay ya autores de relieve, hecho que se prolongará durante el siglo siguiente, dando lugar a un largo periodo de decadencia no sólo de la poesía, sino de la literatura española en general. Ello se debió tanto al declive general del país, como al agotamiento de los recursos expresivos, que se utilizaban ya de forma repetitiva.

La poesía barroca refleja la conciencia de crisis, el pesimismo y el desengaño característicos de esta etapa cultural. Presenta gran variedad de formas, estilos y temas. Se llevan al extremo los temas renacentistas:

El amor es visto como pasión intensa, se resalta su fuerza y adquiere un sentido trascendente, es decir, se aprecia que perviva más allá de la muerte.

La belleza de la mujer amada se aleja de la armonía renacentista y supera a la propia naturaleza. Vinculada con el tópico del Carpe diem, se destaca el efecto demoledor del paso del tiempo.

La naturaleza idílica del Renacimiento se transforma en naturaleza sensual, llena de colores y sonidos.

La mitología continúa siendo un punto de referencia y génesis de asuntos que son tratados a veces con tono noble y solemne y otras con efectos paródicos y burlescos.

La crisis despierta el interés por temas morales y filosóficos: la vanidad de las cosas, el engaño de las apariencias, el paso del tiempo (presente en el tema del reloj, las ruinas, el Ubi sunt?, el Tempus fugit…) la presencia de la muerte, el sueño como símbolo de vida y muerte, etc. Las circunstancias sociales de corrupción desembocaron en una poesía satírica donde se criticaba tipos y costumbres de la época y se hablaba del problema de España.

La poesía barroca alcanza un alto grado de perfección formal. En el siguiente cuadro podéis observar los principales RECURSOS FORMALES de la poesía barroca: (TENLOS EN CUENTA PARA LOS COMENTARIOS)

RECURSOS DE OPOSICIÓN
Recursos como el oxímoron, la antítesis y la paradoja sirvieron para expresar las contradicciones barrocas.
Oxímoron: Es hielo abrasador, es fuego helado
Antítesis: Ayer naciste y morirás mañana.
Paradoja: Antes que sepa andar el pe se mueve/ camino de la muerte.
PERÍFRASIS
Y
ALUSIÓN
Se utilizó la perífrasis para evitar vocablos prosaicos o para eludir la referencia directa a personajes de la época.
Crestadas aves/ cuyo lascivo esposo vigilante
Doméstico es del sol / nuncio canoro
Y —del coral barbado— no de oro/ ciñe, sino de púrpura, turbante.
HIPÉRBATON
Alcanzó en el barroco grados extremos. Se copió la ruptura del sintagma nominal de la estructura sintáctica latina
Pasos de un peregrino son errantes
Cuantos me dictó versos dulce musa.
[Cuantos versos me dictó dulce musa son pasos errantes de un peregrino]
CULTISMOS
La admiración barroca por los modelos latinos se reflejó en el empleo de cultismos léxicos y sintácticos
Cultismo sintáctico: Lasciva en movimiento/mas los ojos honesta [Los dos adjetivos concuerdan con la dama a la que se dedica el poema]
Cultismo léxico: Destilando líquida armonía / hace las peñas cítaras canoras.
[Las aguas de un monte, al caer por las laderas, convierten las rocas en instrumentos musicales.]
JUEGOS DE PALABRAS
La experimentación lingüística en busca de la novedad hizo que proliferasen los juegos de palabras como la dilogía, el calambur y la creación de nuevos vocablos
Dilogía: Mi vida y mi vivir ordene [mande y ponga orden]
Calambur: A este Lopico, lo pico.
Nuevos vocablos: libropesía, marivinos, archidiablos
HIPÉRBOLE
Este recurso se convirtió en la base de textos que exageraban aspectos físicos, sociales y morales con fines satíricos
Érase un hombre a una nariz pegado;
Érase una nariz superlativa…

Los tres poetas barrocos más destacados son Góngora, Lope de Vega y Quevedo.


4.1. LUIS DE GÓNGORA (1561-1627)

Biografía

Luis de Góngora y Argote nació en Córdoba en 1561 dentro de una familia acomodada y culta. Aunque estudió Leyes en Salamanca, de vuelta a Córdoba, siguió carrera dentro de la Iglesia. Viajó mucho en misiones eclesiásticas y sus poemas lo hicieron famoso. Cuando se instaló en Madrid en 1617, era ya considerado el mejor poeta de su tiempo. Amante de la vida lujosa y muy aficionado al juego, se vio acosado por las deudas. Ya enfermo, regresó a Córdoba en 1626 y allí murió al año siguiente.

Góngora ha pasado a la posteridad como hombre adusto, sombrío y orgulloso. Famosas son sus enemistades personales y literarias. Con Quevedo cruzó insultos y alusiones mordaces. Atacó asimismo a Lope de Vega, quien respondió a su vez, aunque dejando entrever su admiración por el escritor cordobés. Pero contó también fervientes defensores y numerosos seguidores, que imitaron su estilo hasta bien entrado al siglo XVIII.


Obra poética[3]

Se advierten dos épocas en la poesía de Góngora, una anterior a 1610 donde los rasgos culteranos son mucho menores y otra posterior a esta fecha en que acentúa grandemente su hermetismo.

Su producción poética consta de tres obras mayores: Fábula de Polifemo y Galatea (1612), Soledades (1613-4) y Fábula de Píramo y Tisbe (1618), de unos dos centenares de sonetos, de más de doscientos romances y letrillas populares y de algunas composiciones diversas.

a) Las letrillas:
Las letrillas y otras poesías de arte menor de Góngora eran ya muy conocidas en su época. En ellos utiliza temas y recursos de la poesía popular junto a los barrocos: antítesis, metáforas... Aunque a veces tienen un tono serio y tratan de un tema grave, son usuales los textos de carácter humorístico o satírico, en los que se utilizan chistes, alusiones desvergonzadas, etc.

b) Los romances:
Con los romances de Góngora alcanza el Romancero nuevo sus mayores cimas. También en ellos se alternan lo serio y lo humorístico. Los temas son muy diversos: caballerescos, moriscos, de cautivos, pastoriles, amorosos, mitológicos, satíricos…

Larguísimo romance de más de quinientos versos es la Fábula de Píramo y Tisbe, donde se resumen a la perfección las características de la poesía gongorina, en la que conviven los rasgos más opuestos: la tendencia al cultismo y el gusto por lo popular; la visión burlesca de la realidad y la reflexión juiciosa, el refinamiento exquisito y la expresión vulgar. Este poema heroico-cómico narra de forma grotesca un asunto mitológico serio. Con ello, el poeta barroco se burla de sus propios mitos.

c) Los sonetos:
Góngora fue un gran sonetista. Sus sonetos son muy variados: amorosos, burlescos, morales, mitológicos, de circunstancias, etc. Los amorosos son de tipo petrarquista. Los satíricos incorporan elementos de la poesía popular y no evitan el léxico coloquial e incluso vulgar. Los de tema moral reflejan la situación vital del poeta y, en tono serio o burlón, expresan sus inquietudes personales.

d) Poemas mayores:
En octavas reales y silvas, bellos y de gran artificiosidad. Son la Fábula de Polifemo y Galatea, las Soledades y el Panegírico al Duque de Lerma. Representan la culminación del estilo culterano. En estas dos obras, las expresiones difíciles se acumulan de tal forma que sólo resultan comprensibles para un lector extremadamente culto.

La Fábula de Polifemo y Galatea se basa en un tema de Ovidio: Acis, amor de la ninfa Galatea, es sepultado por un peñasco lanzado por el cíclope Polifemo, enamorado de Galatea y celosos del joven; la ninfa invoca a los dioses que convierten a Acis en riachuelo. La lengua es muy difícil, pero la sintaxis no alcanza todavía las complejidades a la que llegará el estilo gongorino en las Soledades.

Las Soledades tendrían que haber sido cuatro, pero Góngora sólo escribió dos y la última está inacabada. Constan de unos dos mil versos agrupados en silvas. Esta forma métrica, con sus largos periodos, le permite al poeta mayor libertad sintáctica, dando lugar a una lengua complicadísima en la que el culteranismo llega al límite. El tema es, sin embargo sencillo: relata la historia de un joven náufrago que llega a tierra y es acogido por unos pastores, allí presencia unas fiestas de boda y asiste a las faenas de los pescadores. Se trata de un canto a la vida natural y el desdén de las ambiciones cortesanas relatados en torno a una sucesión de escenas pastoriles, en el entorno de una naturaleza estilizada. A su modo, son una respuesta al desengaño barroco: se recrea la belleza de una naturaleza generosa que remite al ideal clásico de la Edad de Oro.

Los temas de la obra de Góngora no son novedosos: el amor, la mitología, la naturaleza… Ahora bien, estos temas son reelaborados originalmente y a veces de modo satírico por un escritor al que le gusta la vida, que es refinado y sensual, de lengua afilada y espíritu burlón, atento a la belleza del mundo que lo rodea o  a la que él mismo crea.
Se trata de un humanista tardío que lleva hasta la exageración los temas clásicos en una época en la que ya no es  posible el optimismo propio del Renacimiento. Y aunque los modelos de Góngora son los característicos de la literatura renacentista (autores clásicos grecolatinos, autores italianos y los mismos autores españoles del siglo XVI), se aleja de ellos complicando y distorsionando al máximo la lengua poética.
              
4.2. LOPE DE VEGA

Lope Félix de Vega y Carpio nació en Madrid en 1562, de familia de clase media con pretensiones de nobleza. Estudió en  Alcalá y Salamanca. Su precocidad se puso pronto de manifiesto porque a los 13 años escribió su primera comedia. Interviene en la conquista de la isla Terceira y regresa de nuevo a Madrid. En 1588 fue desterrado por unos versos difamatorios y parte de su destierro lo pasó en Valencia, ciudad por entonces de intensa vida teatral: la influencia de los dramaturgos valencianos en su obra posterior fue considerable. Se casó dos veces, enviudó otras tantas y vivió, además, con otras mujeres. La muerte de uno de sus hijos le llevó a ordenarse sacerdote en 1614. No obstante, en 1616 se enamoró de Marta de Nevares, joven ya casada, y, sin miedo al escándalo, vivió con ella. Pero Marta enfermó y los últimos años de la vida de Lope fueron penosos. Pasó dificultades económicas y sufrió graves desengaños. Murió en 1635.  Fue un poeta adorado por el pueblo, que lo consideraba “su poeta”.
De compleja personalidad (pasional, atrevido, inconstante, vanidoso, vitalista…), fue uno de los individuos más conocidos de su tiempo y contó con numerosos seguidores, aunque también con muchos enemigos. Admiraba a Góngora, pero criticó al poeta cordobés, quien, a su vez, también censuró a Lope. Tampoco fueron buenas sus relaciones con Cervantes.

Obra poética

Notable prosista y gran dramaturgo, Lope de Vega fue asimismo un excelente poeta. Nos ocuparemos ahora de su obra lírica. Al Lope poeta le ha perjudicado su increíble genio para el teatro, ya que su fama se debe casi exclusivamente a sus comedias, siendo su obra lírica tan fecunda como su creación teatral.
En su poesía nos muestra muy diversas facetas: el poeta vitalista, el petrarquista, el imitador de Góngora, el poeta filosófico, el religioso. Es especialmente importante su capacidad para hacer literatura de sus propias experiencias personales, con lo que anticipa el espíritu de los escritores modernos.
Su obra poética se puede clasificar en dos vertientes fundamentales:

a) Poesía popular o tradicional:
En metros populares, romances, y "letras para cantar" (villancicos, seguidillas, letrillas, cantares de bautizo, de siega, de amor, etc.) Destacan especialmente los romances y es uno de los más importantes poetas del Romancero nuevo o artístico.

b) Poesía culta:
 Donde destacan los sonetos, las elegías, canciones, églogas y epístolas. Es precisamente en los sonetos donde destaca  junto con Góngora y Quevedo Escribió más de tres mil sonetos, con los temas más variados: históricos, pastoriles, mitológicos, bíblicos, etc. destacan los de tema autobiográfico, donde vierte sus amores, sus triunfos y sus fracasos, sus penas familiares, etc.

Temáticamente, destacan en él sus dos pasiones: la amorosa, como hombre de mundo, y la religiosa como clérigo. Si en Quevedo el amor es sufrimiento y martirio, en Lope es gozo y vitalismo; la amada de Quevedo es una ficción literaria, en Lope se halla cerca, presente y viva. En el caso de la poesía religiosa, aparece el arrebato de misticismo y arrepentimiento con que escribe sus versos.

Gran parte de su producción lírica está esparcida por sus obras dramáticas y narrativas, pero un abundante caudal lo reunió en libros de poesía como Rimas, Rimas sacras, Romancero espiritual, Triunfos divinos, Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos.

Estilo

Se puede decir que Lope de Vega armoniza las dos tendencias de la poesía del Barroco (culteranismo y conceptismo). Su obra presenta junto a obras cultas, formas sencillas y espontáneas de estilo tradicional popular. Por una parte, como hombre abierto y receptivo que es, conoce bien los gustos y las tendencias populares, pero a la vez, es receptor de la tradición de los Cancioneros del siglo XV y de la poesía culta renacentista. Lógicamente, los gustos de la época en que vive influyen en él: el culteranismo, en medida muy prudente y el conceptismo, con algo más de fuerza. De ahí que no falten en sus poemas las paradojas, los juegos de palabras, las correlaciones, las antítesis, las sutilezas conceptuales, etc.   Sin embargo, aunque en su poesía se sintetizan estas tendencias y escuelas, fue su propio carácter el que impuso, sobre todo ello, un lenguaje natural, vivaz, espontáneo. Él mismo dirá: "el hacer versos y amar/ naturalmente ha de ser", palabras que, por su contundencia, excluyen todo comentario.
              
4.3. FRANCISCO DE QUEVEDO

Biografía

Francisco de Quevedo y Villegas nació en Madrid en 1580, de familia noble. Sus padres servían a la familia real. Estudió las primeras letras en el Colegio Imperial de los Jesuitas; luego, lenguas clásicas y modernas en Alcalá y teología en Valladolid con lo que adquirió una gran cultura humanística y teológica. Ocupó la secretaría de Hacienda del duque de Osuna, virrey de Nápoles, y llevó a cabo comprometidas misiones políticas. Destituido el duque de Osuna, fue desterrado a la Torre de Juan Abad, pero, a la muerte de Felipe II, volvió de nuevo a la corte. Se casa, a instancias de la reina, con una viuda, de la que se separa pronto. Un suceso no bien conocido, de índole política, hace que sea encarcelado en San Marcos de León donde permaneció cuatro años. A la caída del privado, queda en libertad y muere un año después, en 1645.

Obra poética

Su producción poética es extensa y variada; en él se da esa disociación chocante entre el sarcasmo (desengañado y amargo) y la hondura poética y de pensamiento. El escritor argentino Jorge Luis Borges dijo de él que su obra equivale a toda una literatura.
Su obra poética, recogida a su muerte en dos libros Parnaso español (1648) y Las tres últimas musas (1670) se puede dividir temáticamente en cuatro apartados:

a) Poesía amorosa, en la que aparece la tradición petrarquista. Su creación se centra en los sufrimientos del que ama.

b) Poesía metafísica, que surge de la angustia ante la vida y la existencia, y ofrece los grandes temas del barroco: la muerte, la fugacidad del tiempo y el desengaño. Dentro de esta poesía se puede incluir la poesía religiosa y moral.

c) Poesía satírico-burlesca[4], que responde a preocupaciones morales y sociales o es, al mismo tiempo, una válvula de escape para el temperamento del poeta, un auténtico escaparate de creación léxica.

d) Poesía política, centrada en dos ideas esenciales: el problema de  España y la denuncia de la corrupción. Nace de su dolorosa conciencia por la decadencia material y espiritual de la patria.
Además de su obra en verso, Quevedo dejó una importante obra en prosa que veremos más adelante.

Los temas centrales de la poesía de Quevedo son la inquietud por la muerte y el típico desengaño barroco. La muerte es preocupación fundamental en sus poemas, que descubren su horror a la nada. Su poesía es una meditación sobre la fugacidad de la vida: el tiempo destructor todo lo puede y la vida es una loca carrera hacia la muerte. (“Ayer se fue; Mañana no ha llegado; / Hoy se está yendo sin parar un punto:/ soy un fue, y un será y un es cansado”). Este hondo pesimismo quevedesco, esa visión desolada del hombre y del mundo va unida a su percepción de la decadencia española. Todos los valores que defiende (amor, honor, etc.) son los viejos ideales que se desmoronan a su alrededor. Ello explica sus sátiras crueles de todo tipo de novedades, tanto literarias (Góngora y el culteranismo), como científicas, de costumbres, modas, etc.

En cuanto al estilo, la poesía de Quevedo se caracteriza por los constantes juegos de palabras, equívocos, dilogías, polisemias, paronomasias, hipérboles, antítesis, paradojas, equívocos, deformaciones grotescas, etc.  Domina la lengua en todos sus registros (culto, coloquial, vulgar) y conoce a la perfección los recursos retóricos clásicos. En muchos de sus poemas llega a su culminación el principio conceptista de decir mucho con pocas palabras. Importante rasgos de su poesía es también la intensidad afectiva: el apasionamiento quevedesco se manifiesta en la abundancia de oraciones interrogativas, exclamativas y apelativas, en las llamadas directas al lector y en el frecuente uso de diminutivos y aumentativos de carácter afectivo.

5. LA PROSA EN EL SIGLO XVII 

Muchos de los géneros narrativos del siglo XVI prácticamente desaparecen en el XVII: libros de caballerías, novelas pastoriles, etc. Sin embargo, otros, como la novela picaresca, tienen ahora un gran desarrollo. También tiene gran importancia la novela corta al modo italiano, tras la publicación de las Novelas Ejemplares de Cervantes en 1613. De hecho, la figura más relevante de la prosa española no es precisamente Cervantes, quien publicó la mayor parte de su obra en este siglo.

Por otra parte, destacan los libros didácticos, muy numerosos en esta centuria y de temas muy diversos: historia, política, religión, filosofía, moral, estética, economía…

5.1. LA NOVELA PICARESCA

Las novelas picarescas comparten una serie de rasgos ya presentes en el Lazarillo de Tormes y en el Guzmán de Alfarache .

El personaje del pícaro se caracteriza por su ambición de prosperar socialmente como forma de escapar de su miserable condición. Las novelas picarescas retratan con ello la grave situación social de las ciudades españolas del siglo XVII, en las que abundan mendigos, desocupados y vagabundos.

La novela picaresca del XVII, basándose en el modelo del Lazarillo, va a tener, no obstante, rasgos diferenciadores:

La acción se carga de discursos moralizantes que generan un proceso de “desnovelización; el fino humor del Lazarillo es sustituido por una visión desolada de la sociedad y por un agrio pesimismo; un amargo resentimiento sustituye a la sátira benévola y la orientación realista del Lazarillo se transforma en estilización deformadora de la realidad.

Numerosas y variadas son las narraciones picarescas publicadas en el siglo XVII. Las más importantes son el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán y El Buscón de Francisco de Quevedo.

               LA PROSA DE LOPE DE VEGA

Lope de Vega escribió diversas obras en prosa siguiendo variados modelos narrativos: un libro pastoril, La Arcadia (1598); otra narración pastoril, pero de carácter religioso, Los pastores de Belén (1612); una novela de complicadas aventuras, El peregrino en su patria (1604); cuatro novelas cortas al estilo italiano, Novelas a Marcia Leonarda (1621-1624), dedicadas a su último amor, Marta de Nevares.

Muy interesante es La Dorotea (1632). Relacionada con La Celestina, se trata también de una extensa obra dialogada, escrita no para ser interpretada, sino leída. Para muchos, es la obra maestra de Lope. La Dorotea, como otros escritos del final de su vida, está dominada por la amargura, la decepción y la melancolía. Lope, ya anciano, rememora episodios de su biografía, fundiendo el presente con el pasado y la vida con la literatura.

               LA PROSA DE FRANCISCO DE QUEVEDO

Los libros en prosa de Quevedo son, como sus poemas, muy diversos y suelen agruparse según su contenido (político, festivo-humorístico, filosófico, satírico-moral…). El grupo más extenso es el del tipo político, aunque quizá gozaron de más difusión tuvieron sus obras festivas: tienen particular interés las que parodian a Góngora y el  culteranismo. En cuanto a su obra filosófica, destaca La cuna y la sepultura, rotunda exposición del desengaño barroco.

Muy importantes son sus libros de carácter satírico-moral: los Sueños, donde ridiculiza diversos tipos humanos y profesiones, y La hora de todos, obra satírica sobre la hipocresía.

Con todo, la obra en prosa más célebre de Quevedo fue su novela picaresca El Buscón, ya mencionada.

               BALTASAR GRACIÁN

Baltasar Gracián nació en Belmonte de Calatayud (Zaragoza) en 1601. Desde muy joven formó parte de la Compañía de Jesús, con la que tuvo problemas por sus escritos, y fue profesor en diversos centros de su orden religiosa.

Todos los libros de Baltasar Gracián están escritos en prosa y tienen una intención didáctica y moral. El pensamiento de Gracián es muy pesimista. El mundo es engañoso, el hombre es un ser débil, miserable y, a menudo, malicioso. Muchos de sus escritos pretenden proporcionar al lector recursos que le permitan esquivar las trampas de sus semejantes y dominar para no ser dominado. El Criticón (1651-1657) es su obra maestra. En esta extensa novela, que anticipa la novela filosófica del siglo XVIII, dos personajes peregrinan por diversos lugares y aprenden a desconfiar de las apariencias en su búsqueda de la sabiduría y de la virtud. Otras obras suyas son El héroe (1637), donde presenta mediante aforismos las virtudes que debe tener un gobernante; El discreto (1646), Oráculo manual y arte de prudencia (1647), y Agudeza y arte de ingenio (1648).

En cuanto al estilo, la prosa de Gracián es muy densa y concentrada. Está construida con frases cortas, en las que abundan las antítesis y los juegos de palabras. Con Gracián llega a su culminación  la dificultad conceptista.





[1]Recordamos estas figuras:
Antítesis: Contraste entre palabras o expresiones de sentidos opuestos (vida/ muerte; placer/dolor, etc.)
Paradoja: Unión de conceptos sólo aparentemente contradictorios (Vivo sin vivir en mí)
Condensación conceptual: No es exactamente una figura literaria. Se trata de una acumulación de conceptos que aumenta la complejidad del texto
Hipérbole: Exageración
Equívoco: Consiste en hacer uso del valor polisémico de algunas palabras: se repite el significante (o cuerpo fónico de la palabra) pero en cada aparición el significado es distinto. (Por ejemplo, usar la palabra presa con diversos significados en un poema).
Disemia: Circunstancia de tener una palabra, con la misma forma, dos  significados distintos. Polisemia. Sinónimo.
[2] Recordamos estas figuras:
Metáfora: Sustitución de un término por otro con el que guarda una relación de semejanza. (Tus labios son fresas).
Sinécdoque: Nombrar la parte por el todo o al revés. (En la ciudad vivían veinte mil almas).
Metonimia: Sustitución de un término por otro con el que mantiene una relación de proximidad (causa-efecto, continente-contenido, etc.)
Perífrasis: Se llama también circunloquio. Consiste en designar de forma indirecta un concepto a través de sus características. (La tierra que descubrió Colón por América)
Aliteraciones: Repetición de sonidos o grupos de sonidos semejantes.
Paronomasias: Se colocan próximas palabras de significante muy parecido, pero de significado diferente (hombre/hambre)
Hipérbaton: Gran alteración del orden habitual de las palabras.

[3] La segunda época de Góngora, despreciada durante largo tiempo, fue rescatada al celebrarse el tercer centenario de Góngora (1927), por los jóvenes poetas de entonces, la generación del  27, así llamada por su acción reivindicativa en el año del centenario: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego, etc.); a partir de ellos se reconoce la inmensa calidad lírica de los poemas más difíciles de Góngora.
[4] La literatura satírica  corresponde a composiciones  poéticas u otros escritos cuyo objeto es censurar acremente o poner en ridículo a alguien o algo.

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-Actividades:

Poemas de Quevedo

1.Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esa otra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

2.- A una nariz


Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado;
  
 era un reloj de sol mal encarado,
 5
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.

   Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito, 10
las doce tribus de narices era;

   érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

3.-Ataque de Quevedo

Yo te untaré  mis obras con tocino
Porqueno me las muerdas Gongorilla
Perro de los ingenios de castilla,
Doctor en pullas, cual mozo de camino.
Apenas hombre, sacerdote indino,
Que aprendiste sin christus la cartilla;
Chocarrero de Córdoba y Sevilla,
Y en la Corte, bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?

No escribas más, por vida mía;
Aunque aquesto de escribas se te pega, 
Por tener de sayón la rebeldía.

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