Esquema
1. EL SIGLO XVII
1.1.
La sociedad del siglo XVII
1.2.
La España del siglo XVII
2. EL BARROCO
2.1.
Características del Barroco
3. EL CONCEPTISMO Y EL CULTERANISMO
3.1.
Conceptismo
3.2.
Culteranismo
4. LA POESÍA BARROCA
4.1.
LUIS DE GÓNGORA
4.2.
LOPE DE VEGA
4.3.
FRANCISCO DE QUEVEDO
5. LA PROSA EN EL SIGLO XVII
5.1.
LA NOVELA PICARESCA
5.2.
LA PROSA DE LOPE DE VEGA, QUEVEDO Y GRACIÁN
1. EL SIGLO XVII
El siglo XVII es un momento de
grave crisis que va desmoronando el poderío político y la solidez ideológica de
la cultura renacentista. Las guerras, las enfermedades, el clima adverso, las
malas cosechas, el hambre y las más diversas calamidades azotan Europa, por lo
que se ha llamado a este siglo centuria de la crisis o
siglo de hierro.
1.1. La sociedad del siglo XVII
En Francia o en España se
consolida la forma de estado denominado monarquía
absoluta, con la concentración del poder en manos del rey y sus cortesanos
próximos. En otros países, como Holanda o Inglaterra, la burguesía crece en
importancia y los parlamentos
empiezan a controlar el poder real. Todo ello se produce entre graves
conflictos: revueltas campesinas, guerras religiosas, etc.
1.2. La España del siglo XVII
Históricamente, España entra en
un proceso de irreversible decadencia
política, económica y social. La debilidad
de los monarcas, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, deja el poder en manos
de los validos, personas de su confianza que muchas veces gobernaron como
monarcas absolutos. El duque de Lerma y el conde-duque de Olivares, los dos
validos más importantes, buscaban más su beneficio particular que el del
Estado. España pierde su hegemonía en Europa (el Rosellón, la Cerdaña, etc.) y
se independiza Portugal.
Mientras, en plena bancarrota económica, hay miseria y
despoblación causada por pestes, guerras y malas cosechas; pero los gobernantes
gastan en fiestas los crecientes impuestos, que originan revueltas y
descontento social.
La expulsión de los judíos y los moriscos (casi trescientos mil entre
1600 y 1610) y la emigración a América
intensifican la caída demográfica,
perdiéndose mano de obra y, por tanto, capital. El abandono del campo provoca
la emigración a la ciudad, creando una legión de parados, vagabundos y mendigos
(que ya el Lazarillo había
reflejado).
En ideas religiosas, España, aislada del exterior, bajo el peso de la
Contrarreforma pero sin renunciar a la herencia renacentista, vuelve los ojos a
la tradición cristiano-medieval y los viejos principios teocéntricos. El
mundo vuelve a verse como un lugar de aflicciones y miserias donde el ser
humano expía su pecado original; los bienes terrenales son falsos y los
placeres se transforman en dolor.
La conciencia de la aguda crisis
se extiende entre los escritores, lo que motiva el pesimismo y el desengaño
típicos del Barroco.
2. EL BARROCO
Se denomina Barroco al período que sigue al Renacimiento. El término, que se
aplicó primero a las artes plásticas, designa comúnmente la época que abarca desde
finales del siglo XVI hasta la primera década del XVIII, en que comienza el
Neoclasicismo.
El Barroco es una etapa artística
enteramente distinta del Renacimiento. Afecta a toda creación, tanto
intelectual como artística, y se inicia cuando los dos rasgos esenciales del Renacimiento (exaltación del mundo y del hombre
y equilibro humanista procedente de la admiración por la antigüedad clásica)
son sustituidos por dos características
típicamente barrocas: profunda
desvalorización de la vida y la naturaleza humana y tendencia a la exageración
en el arte.
Entre Renacimiento y Barroco no existe ruptura sino evolución: los
temas y recursos formales que el escritor emplea son los mismos que había
manejado en el Renacimiento. El autor barroco debe esforzarse para crear nuevas
formas con los mismos materiales que había utilizado el renacentista.
2.1. Características del Barroco
Concepción negativa del mundo
El mundo es percibido como caos, desorden y confusión. A los
ideales renacentistas les han seguido la frustración
y el desencanto. La vida está ahora regida por la idea de la muerte: vivir es sólo un breve tránsito entre la cuna
y la sepultura. El tiempo lo destruye
todo y la realidad es ilusión y apariencia: la vida es sueño y el mundo es
un gran teatro. La brevedad de la vida, la caducidad de las cosas y la
fugacidad de lo terreno explican la idea barroca por excelencia: la del desengaño.
El pesimismo barroco
El pesimismo barroco presenta muy
diversas formas: la angustia existencial, la sátira, la evasión, la diversión…
La literatura española proporciona ejemplos de estas variadas actitudes
barrocas: Quevedo, la novela picaresca, Góngora, el teatro, etc.
La estética barroca
Literariamente, el Barroco es, en
muchos aspectos, la continuación de temas y formas renacentistas. El escritor
conserva los hallazgos del Renacimiento, pero, sin despreciar a los autores
clásicos, se distancia de ellos, siguiendo su apreciación personal. Así surge
un espíritu creador que presenta caracteres propios y definidos:
- Busca lo nuevo, lo original, lo sorprendente para excitar la sensibilidad
y la inteligencia del lector. Utiliza, para ello, brillantes imágenes,
novedades estilísticas, ideas ingeniosas, o se sirve de lo pintoresco, lo
grotesco y lo hiperbólico.
- Sustituye las normas clásicas
por su actitud individualista y capricho
personal, tendiendo hacia la exageración
de la realidad literaria.
- Esta búsqueda de lo original
provoca una tendencia a la
artificiosidad y la complicación. Como resultado, el mensaje se percibe
entre exquisitas excelencias formales, creando un arte para minorías. El escritor considera que el goce
estético y el esfuerzo personal del lector-receptor están en relación de
proporción directa, es decir, el lector disfruta más de una obra cuanto más esfuerzo
intelectual le exige su comprensión.
- La ausencia de normas genera
una visión unilateral de la realidad,
que es idealizada hasta la belleza
absoluta o deformada hasta el envilecimiento degradante.
- Es primordial el cultivo del contraste, fruto del
desengaño y la incertidumbre vitales. Se manifiesta en la violenta oposición de
elementos extremos, el placer de la antítesis o el enfrentamiento de feo/
hermoso; refinado/vulgar; serio/cómico…
- La concepción del mundo como
mudanza e incesante cambio produce en el arte literario dinamismo y movilidad. Su realización formal se aprecia,
esencialmente, en abundante subordinación, hipérbaton, elipsis o violentos
encabalgamientos métricos.
En resumen, el concepto de imitación renacentista ha dejado
paso al “crear al modo de la naturaleza” o, como decía Baltasar Gracián
“buscando buen arte contra la imperfecta naturaleza”.
3. EL CONCEPTISMO Y EL
CULTERANISMO. Tendencias poéticas
El culteranismo y el conceptismo
son las dos tendencias estilísticas dominantes en la literatura barroca
española. No se trata de movimientos opuestos, pese a los duros enfrentamientos
personales de sus defensores, sino que forman parte de una sensibilidad
estética general que persigue la originalidad y pretende admirar al lector. En
ambas tendencias se rompe el equilibrio entre forma y contenido (cómo se dice y
qué se dice) defendido por la estética renacentista.
3.1. El conceptismo
Se basa en asociaciones ingeniosas de palabras o ideas. Se tiende a un lenguaje conciso, lleno de contenido.
Para ello se juega con los significados de las palabras (los conceptos) y con sus relaciones más insospechadas. Los
recursos más utilizados son la antítesis, la paradoja, la condensación
conceptual, las hipérboles, los equívocos y disemias[1], la combinación de
diversas acepciones de un mismo vocablo, etc. Los escritores conceptistas más
notables son Francisco de Quevedo y Baltasar Gracián.
3.2. El culteranismo
Si los escritores conceptistas
exprimen las posibilidades de la lengua partiendo de los significados de las palabras,
el culteranismo considera, ante todo, la belleza
formal. Frente a la concentración conceptista, sobresale en los culteranos
la ornamentación exuberante. Aunque
los temas puedan ser triviales, se utiliza un estilo esplendoroso que desea
llamar la atención sobre el lenguaje mismo. Para ello se emplean numerosos
recursos: metáforas audaces (así, el pájaro será “flor de pluma” o “ramillete
con alas” y el arroyo “culebra que entre flores se desata”), sinécdoques y
metonimias, perífrasis, hipérboles, imágenes brillantes, voces sonoras,
procedimientos que buscan la musicalidad del verso (aliteraciones,
paronomasias, palabras esdrújulas…)[2]. La sintaxis se complica
con giros procedentes del latín, con violentos hipérbatos, con exagerados
encabalgamientos. El vocabulario es original: incorpora numerosos cultismos
léxicos de procedencia latina (“émulo, náutico, cándido, cerúleo…”) y selecciona los términos por su colorido y
suntuosidad (oro, rubíes, perlas…) Se crea, así, una peculiar lengua poética,
característica de Luis de Góngora y sus continuadores.
4. LA POESÍA BARROCA
La poesía tiene en el siglo XVII
un enorme desarrollo. No sólo se cultiva poesía lírica y épica, sino que la
poesía dramática ¾los
dramaturgos eran llamados poetas¾
tiene ahora excepcional importancia. De hecho, las obras teatrales, escritas en
verso, sirvieron para la popularización de la poesía, que también se difundió
oralmente en universidades, academias, justas y certámenes poéticos, lecturas
públicas en casa de los mismos poetas, recitados de poesía popular en la calle,
etc. Lógicamente, el desarrollo de la imprenta contribuyó a la divulgación de
los textos poéticos, muchas veces acompañados de grabados o ilustraciones.
Las últimas décadas del siglo son
de claro decaimiento y no hay ya autores de relieve, hecho que se prolongará
durante el siglo siguiente, dando lugar a un largo periodo de decadencia no
sólo de la poesía, sino de la literatura española en general. Ello se debió
tanto al declive general del país, como al agotamiento de los recursos
expresivos, que se utilizaban ya de forma repetitiva.
La poesía
barroca refleja la conciencia de crisis, el pesimismo y el desengaño
característicos de esta etapa cultural. Presenta gran variedad de formas,
estilos y temas. Se llevan al extremo los temas renacentistas:
El amor
es visto como pasión intensa, se resalta su fuerza y adquiere un sentido
trascendente, es decir, se aprecia que perviva más allá de la muerte.
La belleza de
la mujer amada se aleja de la armonía renacentista y supera a la propia
naturaleza. Vinculada con el tópico del Carpe diem, se destaca el efecto
demoledor del paso del tiempo.
La naturaleza
idílica del Renacimiento se transforma en naturaleza sensual, llena de colores
y sonidos.
La mitología
continúa siendo un punto de referencia y génesis de asuntos que son tratados a
veces con tono noble y solemne y otras con efectos paródicos y burlescos.
La crisis
despierta el interés por temas morales y
filosóficos: la vanidad de las cosas, el engaño de las apariencias, el paso
del tiempo (presente en el tema del reloj, las ruinas, el Ubi sunt?, el
Tempus fugit…) la presencia de la muerte, el sueño como símbolo de vida
y muerte, etc. Las circunstancias sociales de corrupción desembocaron en una
poesía satírica donde se criticaba tipos y costumbres de la época y se hablaba
del problema de España.
La poesía
barroca alcanza un alto grado de perfección formal. En el siguiente cuadro
podéis observar los principales RECURSOS
FORMALES de la poesía barroca: (TENLOS EN CUENTA PARA LOS COMENTARIOS)
RECURSOS DE OPOSICIÓN
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Recursos como el oxímoron, la antítesis y
la paradoja sirvieron para expresar las contradicciones barrocas.
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Oxímoron: Es hielo abrasador, es fuego
helado
|
Antítesis: Ayer naciste y morirás mañana.
|
||
Paradoja: Antes que sepa andar el pe se
mueve/ camino de la muerte.
|
||
PERÍFRASIS
Y
ALUSIÓN
|
Se utilizó la perífrasis para evitar
vocablos prosaicos o para eludir la referencia directa a personajes de la
época.
|
Crestadas aves/ cuyo lascivo esposo
vigilante
Doméstico es del sol / nuncio canoro
Y —del coral barbado— no de oro/ ciñe,
sino de púrpura, turbante.
|
HIPÉRBATON
|
Alcanzó en el barroco grados extremos. Se
copió la ruptura del sintagma nominal de la estructura sintáctica latina
|
Pasos de un peregrino son errantes
Cuantos me dictó versos dulce musa.
[Cuantos versos me dictó dulce musa son
pasos errantes de un peregrino]
|
CULTISMOS
|
La admiración barroca por los modelos
latinos se reflejó en el empleo de cultismos léxicos y sintácticos
|
Cultismo sintáctico: Lasciva en
movimiento/mas los ojos honesta [Los dos adjetivos concuerdan con la dama
a la que se dedica el poema]
|
Cultismo léxico: Destilando líquida
armonía / hace las peñas cítaras canoras.
[Las aguas de un monte, al caer por las
laderas, convierten las rocas en instrumentos musicales.]
|
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JUEGOS DE PALABRAS
|
La
experimentación lingüística en busca de la novedad hizo que proliferasen los
juegos de palabras como la dilogía, el calambur y la creación de nuevos
vocablos
|
Dilogía: Mi vida y mi vivir ordene [mande y ponga orden]
|
Calambur: A este Lopico, lo pico.
|
||
Nuevos vocablos: libropesía, marivinos, archidiablos…
|
||
HIPÉRBOLE
|
Este recurso
se convirtió en la base de textos que exageraban aspectos físicos, sociales y
morales con fines satíricos
|
Érase un hombre a una nariz pegado;
Érase una nariz superlativa…
|
Los tres
poetas barrocos más destacados son Góngora, Lope de Vega y Quevedo.
Biografía
Luis de Góngora y Argote nació en
Córdoba en 1561 dentro de una familia acomodada y culta. Aunque estudió Leyes
en Salamanca, de vuelta a Córdoba, siguió carrera dentro de la Iglesia. Viajó
mucho en misiones eclesiásticas y sus poemas lo hicieron famoso. Cuando se
instaló en Madrid en 1617, era ya considerado el mejor poeta de su tiempo.
Amante de la vida lujosa y muy aficionado al juego, se vio acosado por las
deudas. Ya enfermo, regresó a Córdoba en 1626 y allí murió al año siguiente.
Góngora ha pasado a la posteridad
como hombre adusto, sombrío y orgulloso. Famosas son sus enemistades personales
y literarias. Con Quevedo cruzó insultos y alusiones mordaces. Atacó asimismo a
Lope de Vega, quien respondió a su vez, aunque dejando entrever su admiración
por el escritor cordobés. Pero contó también fervientes defensores y numerosos
seguidores, que imitaron su estilo hasta bien entrado al siglo XVIII.
Obra poética[3]
Se advierten dos épocas en la poesía de
Góngora, una anterior a 1610 donde los rasgos culteranos son mucho menores y
otra posterior a esta fecha en que acentúa grandemente su hermetismo.
Su producción poética consta de tres obras
mayores: Fábula de Polifemo y Galatea
(1612), Soledades (1613-4) y Fábula de Píramo y Tisbe (1618), de unos
dos centenares de sonetos, de más de doscientos romances y letrillas populares
y de algunas composiciones diversas.
a) Las letrillas:
Las letrillas y otras poesías de arte menor
de Góngora eran ya muy conocidas en su época. En ellos utiliza temas y recursos
de la poesía popular junto a los barrocos: antítesis, metáforas... Aunque a
veces tienen un tono serio y tratan de un tema grave, son usuales los textos de
carácter humorístico o satírico, en los que se utilizan chistes, alusiones
desvergonzadas, etc.
b) Los romances:
Con los romances de Góngora alcanza el
Romancero nuevo sus mayores cimas. También en ellos se alternan lo serio y lo
humorístico. Los temas son muy diversos: caballerescos, moriscos, de cautivos,
pastoriles, amorosos, mitológicos, satíricos…
Larguísimo romance de más de quinientos
versos es la Fábula de Píramo y Tisbe,
donde se resumen a la perfección las características de la poesía gongorina, en
la que conviven los rasgos más opuestos: la tendencia al cultismo y el gusto
por lo popular; la visión burlesca de la realidad y la reflexión juiciosa, el
refinamiento exquisito y la expresión vulgar. Este poema heroico-cómico narra
de forma grotesca un asunto mitológico serio. Con ello, el poeta barroco se
burla de sus propios mitos.
c) Los sonetos:
Góngora fue un gran sonetista. Sus sonetos
son muy variados: amorosos, burlescos, morales, mitológicos, de circunstancias,
etc. Los amorosos son de tipo petrarquista. Los satíricos incorporan elementos
de la poesía popular y no evitan el léxico coloquial e incluso vulgar. Los de
tema moral reflejan la situación vital del poeta y, en tono serio o burlón,
expresan sus inquietudes personales.
d) Poemas mayores:
En octavas reales y silvas, bellos y de gran
artificiosidad. Son la Fábula de Polifemo
y Galatea, las Soledades y el Panegírico al Duque de Lerma.
Representan la culminación del estilo culterano. En estas dos obras, las
expresiones difíciles se acumulan de tal forma que sólo resultan comprensibles
para un lector extremadamente culto.
La Fábula de Polifemo y Galatea se basa
en un tema de Ovidio: Acis, amor de la ninfa Galatea, es sepultado por un
peñasco lanzado por el cíclope Polifemo, enamorado de Galatea y celosos del
joven; la ninfa invoca a los dioses que convierten a Acis en riachuelo. La
lengua es muy difícil, pero la sintaxis no alcanza todavía las complejidades a
la que llegará el estilo gongorino en las Soledades.
Las Soledades tendrían que haber sido
cuatro, pero Góngora sólo escribió dos y la última está inacabada. Constan de
unos dos mil versos agrupados en silvas. Esta forma métrica, con sus largos
periodos, le permite al poeta mayor libertad sintáctica, dando lugar a una
lengua complicadísima en la que el culteranismo llega al límite. El tema es,
sin embargo sencillo: relata la historia de un joven náufrago que llega a
tierra y es acogido por unos pastores, allí presencia unas fiestas de boda y
asiste a las faenas de los pescadores. Se trata de un canto a la vida natural y
el desdén de las ambiciones cortesanas relatados en torno a una sucesión de
escenas pastoriles, en el entorno de una naturaleza estilizada. A su modo, son
una respuesta al desengaño barroco: se recrea la belleza de una naturaleza
generosa que remite al ideal clásico de la Edad de Oro.
Los temas
de la obra de Góngora no son novedosos: el amor, la mitología, la naturaleza…
Ahora bien, estos temas son reelaborados originalmente y a veces de modo
satírico por un escritor al que le gusta la vida, que es refinado y sensual, de
lengua afilada y espíritu burlón, atento a la belleza del mundo que lo rodea
o a la que él mismo crea.
Se trata de un humanista tardío que lleva
hasta la exageración los temas clásicos en una época en la que ya no es posible el optimismo propio del Renacimiento.
Y aunque los modelos de Góngora son los característicos de la literatura
renacentista (autores clásicos grecolatinos, autores italianos y los mismos
autores españoles del siglo XVI), se aleja de ellos complicando y
distorsionando al máximo la lengua poética.
4.2. LOPE DE VEGA
Lope Félix de Vega y Carpio nació en Madrid
en 1562, de familia de clase media con pretensiones de nobleza. Estudió en Alcalá y Salamanca. Su precocidad se puso
pronto de manifiesto porque a los 13 años escribió su primera comedia.
Interviene en la conquista de la isla Terceira y regresa de nuevo a Madrid. En
1588 fue desterrado por unos versos difamatorios y parte de su destierro lo
pasó en Valencia, ciudad por entonces de intensa vida teatral: la influencia de
los dramaturgos valencianos en su obra posterior fue considerable. Se casó dos
veces, enviudó otras tantas y vivió, además, con otras mujeres. La muerte de
uno de sus hijos le llevó a ordenarse sacerdote en 1614. No obstante, en 1616
se enamoró de Marta de Nevares, joven ya casada, y, sin miedo al escándalo,
vivió con ella. Pero Marta enfermó y los últimos años de la vida de Lope fueron
penosos. Pasó dificultades económicas y sufrió graves desengaños. Murió en
1635. Fue un poeta adorado por el
pueblo, que lo consideraba “su poeta”.
De compleja personalidad (pasional, atrevido,
inconstante, vanidoso, vitalista…), fue uno de los individuos más conocidos de
su tiempo y contó con numerosos seguidores, aunque también con muchos enemigos.
Admiraba a Góngora, pero criticó al poeta cordobés, quien, a su vez, también
censuró a Lope. Tampoco fueron buenas sus relaciones con Cervantes.
Obra poética
Notable prosista y gran dramaturgo, Lope de
Vega fue asimismo un excelente poeta. Nos ocuparemos ahora de su obra lírica.
Al Lope poeta le ha perjudicado su increíble genio para el teatro, ya que su
fama se debe casi exclusivamente a sus comedias, siendo su obra lírica tan
fecunda como su creación teatral.
En su poesía nos muestra muy diversas
facetas: el poeta vitalista, el petrarquista, el imitador de Góngora, el poeta
filosófico, el religioso. Es especialmente importante su capacidad para hacer
literatura de sus propias experiencias personales, con lo que anticipa el
espíritu de los escritores modernos.
Su obra poética se puede clasificar en dos
vertientes fundamentales:
a) Poesía popular
o tradicional:
En metros populares, romances, y "letras
para cantar" (villancicos, seguidillas, letrillas, cantares de bautizo, de
siega, de amor, etc.) Destacan especialmente los romances y es uno de los más
importantes poetas del Romancero nuevo o artístico.
b) Poesía culta:
Donde
destacan los sonetos, las elegías, canciones, églogas y epístolas. Es precisamente
en los sonetos donde destaca junto con
Góngora y Quevedo Escribió más de tres mil sonetos, con los temas más variados:
históricos, pastoriles, mitológicos, bíblicos, etc. destacan los de tema
autobiográfico, donde vierte sus amores, sus triunfos y sus fracasos, sus penas
familiares, etc.
Temáticamente, destacan en él sus dos
pasiones: la amorosa, como hombre de mundo, y la religiosa como clérigo. Si en
Quevedo el amor es sufrimiento y martirio, en Lope es gozo y vitalismo; la
amada de Quevedo es una ficción literaria, en Lope se halla cerca, presente y
viva. En el caso de la poesía religiosa, aparece el arrebato de misticismo y
arrepentimiento con que escribe sus versos.
Gran parte de su producción lírica está
esparcida por sus obras dramáticas y narrativas, pero un abundante caudal lo
reunió en libros de poesía como Rimas,
Rimas sacras, Romancero espiritual, Triunfos divinos, Rimas humanas y divinas
del licenciado Tomé de Burguillos.
Estilo
Se puede decir que Lope de Vega armoniza las
dos tendencias de la poesía del Barroco (culteranismo y conceptismo). Su obra
presenta junto a obras cultas, formas sencillas y espontáneas de estilo
tradicional popular. Por una parte, como hombre abierto y receptivo que es,
conoce bien los gustos y las tendencias populares, pero a la vez, es receptor
de la tradición de los Cancioneros del siglo XV y de la poesía culta
renacentista. Lógicamente, los gustos de la época en que vive influyen en él:
el culteranismo, en medida muy prudente y el conceptismo, con algo más de
fuerza. De ahí que no falten en sus poemas las paradojas, los juegos de
palabras, las correlaciones, las antítesis, las sutilezas conceptuales, etc. Sin embargo, aunque en su poesía se
sintetizan estas tendencias y escuelas, fue su propio carácter el que impuso,
sobre todo ello, un lenguaje natural, vivaz, espontáneo. Él mismo dirá: "el hacer versos y amar/ naturalmente ha de
ser", palabras que, por su contundencia, excluyen todo comentario.
4.3. FRANCISCO DE QUEVEDO
Biografía
Francisco de Quevedo y Villegas nació en
Madrid en 1580, de familia noble. Sus padres servían a la familia real. Estudió
las primeras letras en el Colegio Imperial de los Jesuitas; luego, lenguas
clásicas y modernas en Alcalá y teología en Valladolid con lo que adquirió una
gran cultura humanística y teológica. Ocupó la secretaría de Hacienda del duque
de Osuna, virrey de Nápoles, y llevó a cabo comprometidas misiones políticas.
Destituido el duque de Osuna, fue desterrado a la Torre de Juan Abad, pero, a
la muerte de Felipe II, volvió de nuevo a la corte. Se casa, a instancias de la
reina, con una viuda, de la que se separa pronto. Un suceso no bien conocido,
de índole política, hace que sea encarcelado en San Marcos de León donde
permaneció cuatro años. A la caída del privado, queda en libertad y muere un
año después, en 1645.
Obra poética
Su producción poética es extensa y variada;
en él se da esa disociación chocante entre el sarcasmo (desengañado y amargo) y
la hondura poética y de pensamiento. El escritor argentino Jorge Luis Borges
dijo de él que su obra equivale a toda una literatura.
Su obra poética, recogida a su muerte en dos
libros Parnaso español (1648) y Las tres últimas musas (1670) se puede
dividir temáticamente en cuatro apartados:
a) Poesía
amorosa, en la que aparece la tradición petrarquista. Su creación se centra
en los sufrimientos del que ama.
b) Poesía
metafísica, que surge de la angustia ante la vida y la existencia, y ofrece
los grandes temas del barroco: la muerte, la fugacidad del tiempo y el desengaño.
Dentro de esta poesía se puede incluir la poesía religiosa y moral.
c) Poesía
satírico-burlesca[4],
que responde a preocupaciones morales y sociales o es, al mismo tiempo, una
válvula de escape para el temperamento del poeta, un auténtico escaparate de creación
léxica.
d) Poesía
política, centrada en dos ideas esenciales: el problema de España y la denuncia de la corrupción. Nace
de su dolorosa conciencia por la decadencia material y espiritual de la patria.
Además de su obra en verso, Quevedo dejó una
importante obra en prosa que veremos más adelante.
Los temas
centrales de la poesía de Quevedo son la
inquietud por la muerte y el típico desengaño barroco. La muerte es
preocupación fundamental en sus poemas, que descubren su horror a la nada. Su
poesía es una meditación sobre la fugacidad de la vida: el tiempo destructor
todo lo puede y la vida es una loca carrera hacia la muerte. (“Ayer se fue; Mañana no ha llegado; / Hoy se
está yendo sin parar un punto:/ soy un fue, y un será y un es cansado”).
Este hondo pesimismo quevedesco, esa visión desolada del hombre y del mundo va
unida a su percepción de la decadencia española. Todos los valores que defiende
(amor, honor, etc.) son los viejos ideales que se desmoronan a su alrededor.
Ello explica sus sátiras crueles de todo tipo de novedades, tanto literarias
(Góngora y el culteranismo), como científicas, de costumbres, modas, etc.
En cuanto al estilo, la poesía de Quevedo se caracteriza por los constantes
juegos de palabras, equívocos, dilogías, polisemias, paronomasias, hipérboles,
antítesis, paradojas, equívocos, deformaciones grotescas, etc. Domina la lengua en todos sus registros
(culto, coloquial, vulgar) y conoce a la perfección los recursos retóricos
clásicos. En muchos de sus poemas llega a su culminación el principio
conceptista de decir mucho con pocas palabras. Importante rasgos de su poesía
es también la intensidad afectiva: el apasionamiento quevedesco se manifiesta
en la abundancia de oraciones interrogativas, exclamativas y apelativas, en las
llamadas directas al lector y en el frecuente uso de diminutivos y aumentativos
de carácter afectivo.
5. LA PROSA EN EL SIGLO XVII
Muchos de los géneros narrativos
del siglo XVI prácticamente desaparecen en el XVII: libros de caballerías,
novelas pastoriles, etc. Sin embargo, otros, como la novela picaresca, tienen
ahora un gran desarrollo. También tiene gran importancia la novela corta al
modo italiano, tras la publicación de las Novelas
Ejemplares de Cervantes en 1613. De hecho, la figura más relevante de la
prosa española no es precisamente Cervantes, quien publicó la mayor parte de su
obra en este siglo.
Por otra parte, destacan los
libros didácticos, muy numerosos en esta centuria y de temas muy diversos:
historia, política, religión, filosofía, moral, estética, economía…
5.1. LA NOVELA PICARESCA
Las novelas picarescas comparten
una serie de rasgos ya presentes en el Lazarillo
de Tormes y en el Guzmán de Alfarache .
El personaje del pícaro se
caracteriza por su ambición de prosperar socialmente como forma de escapar de
su miserable condición. Las novelas picarescas retratan con ello la grave
situación social de las ciudades españolas del siglo XVII, en las que abundan
mendigos, desocupados y vagabundos.
La novela picaresca del XVII,
basándose en el modelo del Lazarillo,
va a tener, no obstante, rasgos
diferenciadores:
La acción se carga de discursos
moralizantes que generan un proceso de “desnovelización; el fino humor del
Lazarillo es sustituido por una visión desolada de la sociedad y por un agrio
pesimismo; un amargo resentimiento sustituye a la sátira benévola y la
orientación realista del Lazarillo se transforma en estilización deformadora de
la realidad.
Numerosas y variadas son las narraciones
picarescas publicadas en el siglo XVII. Las más importantes son el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán y El Buscón de Francisco de Quevedo.
LA PROSA DE LOPE DE VEGA
Lope de Vega escribió diversas
obras en prosa siguiendo variados modelos narrativos: un libro pastoril, La Arcadia (1598); otra narración
pastoril, pero de carácter religioso, Los
pastores de Belén (1612); una novela de complicadas aventuras, El peregrino en su patria (1604); cuatro
novelas cortas al estilo italiano,
Novelas a Marcia Leonarda (1621-1624), dedicadas a su último amor, Marta de
Nevares.
Muy interesante es La Dorotea (1632). Relacionada con La Celestina, se trata también de una
extensa obra dialogada, escrita no para ser interpretada, sino leída. Para
muchos, es la obra maestra de Lope. La Dorotea, como otros escritos del final
de su vida, está dominada por la amargura, la decepción y la melancolía. Lope,
ya anciano, rememora episodios de su biografía, fundiendo el presente con el
pasado y la vida con la literatura.
LA PROSA DE FRANCISCO DE QUEVEDO
Los libros en prosa de Quevedo
son, como sus poemas, muy diversos y suelen agruparse según su contenido
(político, festivo-humorístico, filosófico, satírico-moral…). El grupo más
extenso es el del tipo político, aunque quizá gozaron de más difusión tuvieron
sus obras festivas: tienen particular interés las que parodian a Góngora y
el culteranismo. En cuanto a su obra
filosófica, destaca La cuna y la
sepultura, rotunda exposición del desengaño barroco.
Muy importantes son sus libros de
carácter satírico-moral: los Sueños,
donde ridiculiza diversos tipos humanos y profesiones, y La hora de todos, obra satírica sobre la hipocresía.
Con todo, la obra en prosa más
célebre de Quevedo fue su novela picaresca El
Buscón, ya mencionada.
BALTASAR GRACIÁN
Baltasar Gracián nació en
Belmonte de Calatayud (Zaragoza) en 1601. Desde muy joven formó parte de la
Compañía de Jesús, con la que tuvo problemas por sus escritos, y fue profesor
en diversos centros de su orden religiosa.
Todos los libros de Baltasar
Gracián están escritos en prosa y tienen una intención didáctica y moral. El
pensamiento de Gracián es muy pesimista. El mundo es engañoso, el hombre es un
ser débil, miserable y, a menudo, malicioso. Muchos de sus escritos pretenden
proporcionar al lector recursos que le permitan esquivar las trampas de sus
semejantes y dominar para no ser dominado. El
Criticón (1651-1657) es su obra maestra. En esta extensa novela, que
anticipa la novela filosófica del siglo XVIII, dos personajes peregrinan por
diversos lugares y aprenden a desconfiar de las apariencias en su búsqueda de
la sabiduría y de la virtud. Otras obras suyas son El héroe (1637), donde presenta mediante aforismos las virtudes que
debe tener un gobernante; El discreto
(1646), Oráculo manual y arte de
prudencia (1647), y Agudeza y arte de
ingenio (1648).
En cuanto al estilo, la prosa de
Gracián es muy densa y concentrada. Está construida con frases cortas, en las
que abundan las antítesis y los juegos de palabras. Con Gracián llega a su
culminación la dificultad conceptista.
[1]Recordamos estas figuras:
Antítesis: Contraste entre palabras o expresiones de sentidos
opuestos (vida/ muerte; placer/dolor, etc.)
Paradoja: Unión de conceptos sólo aparentemente contradictorios
(Vivo sin vivir en mí)
Condensación conceptual: No es exactamente una figura literaria. Se
trata de una acumulación de conceptos que aumenta la complejidad del texto
Hipérbole: Exageración
Equívoco: Consiste en hacer uso del valor polisémico de algunas
palabras: se repite el significante (o cuerpo fónico de la palabra) pero en
cada aparición el significado es distinto. (Por ejemplo, usar la palabra presa
con diversos significados en un poema).
Disemia: Circunstancia
de tener una palabra, con la misma forma, dos
significados distintos. Polisemia. Sinónimo.
[2] Recordamos estas figuras:
Metáfora: Sustitución de un término por otro con el que guarda
una relación de semejanza. (Tus labios son fresas).
Sinécdoque:
Nombrar la parte por el todo o al revés. (En la ciudad vivían veinte mil
almas).
Metonimia: Sustitución de un término por otro con el que mantiene
una relación de proximidad (causa-efecto, continente-contenido, etc.)
Perífrasis: Se llama también circunloquio. Consiste en designar de
forma indirecta un concepto a través de sus características. (La tierra que
descubrió Colón por América)
Aliteraciones: Repetición de sonidos o grupos de sonidos semejantes.
Paronomasias: Se colocan próximas palabras de significante muy
parecido, pero de significado diferente (hombre/hambre)
Hipérbaton: Gran alteración del orden habitual de las palabras.
[3] La segunda época de Góngora, despreciada durante largo
tiempo, fue rescatada al celebrarse el tercer centenario de Góngora (1927), por
los jóvenes poetas de entonces, la generación del 27, así llamada por su acción reivindicativa
en el año del centenario: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego,
etc.); a partir de ellos se reconoce la inmensa calidad lírica de los poemas
más difíciles de Góngora.
[4] La literatura
satírica corresponde a composiciones poéticas u
otros escritos cuyo objeto es censurar acremente o poner en ridículo a alguien
o algo.
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-Actividades:
Poemas de Quevedo
1.Amor constante más allá de la muerte
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no de esa otra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
2.- A una nariz
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